
Mariel Méndez, más conocida como MARALOVE, es una artista que transforma emociones en color, historias en forma, y vivencias en arte que se puede colgar, vestir o llevar consigo. Desde su estudio en San Diego, pero con el corazón siempre conectado a sus raíces mexicanas, su obra nos habla de intuición, empoderamiento y libertad. En esta entrevista, queremos conocer no solo a la creadora, sino también a la mujer detrás del pincel, la diseñadora que traza caminos entre el arte y la moda, y la persona que convierte la vida diaria en arte.
Si pudieras regresar en el tiempo y hablar con la Mariel que apenas empezaba a pintar, ¿qué le dirías? ¿Qué crees que pensaría ella al ver en lo que te has convertido hoy?
Le diría que no piense tanto y que se atreva a hacer más. Que no esconda ninguna de sus facetas artísticas, porque desde entonces ya sabía —aunque tal vez no con claridad— que su amor por el arte va más allá de la pintura. Que confíe en su intuición y se permita explorar todos sus intereses creativos. Le recordaría que la libertad es esencial en el camino artístico. Que confíe plenamente en sí misma y en el proceso, incluso cuando el rumbo no esté del todo claro. Que fluya sin miedo, porque ya ha logrado inspirar y crear mucho más de lo que algún día se atrevió a imaginar. Estoy profundamente orgullosa de todo lo que ha recorrido y de todo lo que aún está por venir.
Tu arte transmite mucha emoción, como si cada trazo llevara algo de ti. ¿Hay alguna obra que sientas especialmente cercana o que represente un momento clave en tu vida?
Sin duda hay varias piezas que me despiertan una carga emocional muy profunda, pero hay una serie en particular —realizada hace varios años— que conservo con especial cariño. Estaba compuesta por líneas muy simples, casi minimalistas, pero cargadas de una intensidad emocional que aún me conmueve. Me cautivó porque logró expresar exactamente lo que estaba sintiendo en ese momento, sin intención consciente de comunicarlo. Fue el trazo, libre y honesto, el que habló por mí. No le puse nombre a esa serie, ni la convertí en una colección formal, pero cada obra de ese conjunto la conservo cerca, como un recordatorio silencioso de esa etapa de mi vida.

Muchas de tus piezas parecen tener un lenguaje propio, como si hablaran desde un lugar interno. ¿Cómo es ese momento en el que una emoción se convierte en una imagen para ti? ¿Dónde nace la primera chispa?
Esa “chispa”, como muchos la llaman, nace mayormente de una emoción. Es una reacción interna que se transforma en inspiración, alimentada por cómo me siento en el momento. Los colores que me rodean, la energía del día, las texturas, incluso el estilo con el que me visto… todo forma parte de ese lenguaje visual que me impulsa a crear.
Mi proceso creativo parte de canalizar esa energía emocional y convertirla en algo tangible, en una experiencia visual. Así, casi de manera orgánica, se van configurando mis colecciones: como un reflejo de lo que soy, de lo que vivo y de lo que siento.
«Tenía miedo de que mi obra pasara desapercibida, que para ellas fuera algo insignificante viniendo de una artista a la que no conocían. Pero me llevé una grata sorpresa. No solo estaban felices de recibirlas, sino profundamente conmovidas.«
Convertiste tus obras en moda, y eso también es una forma de hacer que el arte camine por el mundo. ¿Qué sentiste la primera vez que viste a alguien usando una de tus piezas
Siendo sincera, al principio me sentí incrédula. Me cuestioné mucho y hasta me intimidó la idea. Pensaba cosas como: “¿De verdad lo está usando?” o “¿De verdad se lo pondría?”. Es una sensación extraña, sobre todo cuando pones tanto de ti en una creación. Depende mucho de tu personalidad; hay una vulnerabilidad al ver que algo tan personal ahora forma parte del mundo de alguien más. Pero entendí que esas dudas son parte del proceso. Son necesarias para aprender a reconocer tu valor y a creer en ti misma. Con el tiempo, esa inseguridad dio paso a una emoción muy distinta: me sentí increíble, feliz y profundamente orgullosa.

Ser artista y además emprendedora es una combinación poderosa, pero desafiante. ¿Cómo manejas los días en que sientes dudas o cansancio? ¿Tienes algún ritual o espacio que te ayuda a reconectar contigo misma?
He aprendido que necesito tomar distintos espacios para poder sobrellevar ambos retos —el emprendimiento y la creatividad—, que hasta el día de hoy sigo trabajando en balancear. Lo que más me afecta físicamente es la energía: hay momentos en los que me siento muy cansada o agotada por la exigencia constante que implica el emprendimiento—disciplina, orden, perseverancia y persistencia—. Por otro lado, está la pasión, la creatividad. Y para crear, necesitas una mente limpia, o al menos lo suficientemente abierta para recibir ideas e inspiración. Para lograr ese equilibrio, recurro a hábitos que me conectan conmigo misma. Caminar al aire libre, especialmente rodeada de árboles y sobre tierra, me ayuda a aterrizar. Bebo mucha agua, me cuido con terapias corporales como ventosas, masajes de drenaje linfático, faciales regulares, una alimentación consciente, ejercicios de somática y, sobre todo, momentos de calidad para mí. Son pequeños grandes detalles que he ido descubriendo con el tiempo y que hoy forman parte esencial de mi bienestar y de mi proceso creativo.
Has trabajado en contextos internacionales y colaborado con instituciones como la ONU. ¿Hubo alguna historia, persona o momento en esos espacios que te haya marcado profundamente?
Cuando estuve creando las piezas para las personalidades de las Naciones Unidas, sentí una presión enorme. Pensaba que eran mujeres que ya lo habían visto todo, que estaban acostumbradas a grandes gestos y reconocimientos. Tenía miedo de que mi obra pasara desapercibida, que para ellas fuera algo insignificante viniendo de una artista a la que no conocían. Pero me llevé una grata sorpresa. No solo estaban felices de recibirlas, sino profundamente conmovidas. Se sintieron vistas, reconocidas. Las obras eran autorretratos que representaban su esencia, y para ellas fue una ovación inesperada. Verlas emocionadas me mostró su lado más humano y vulnerable. Esa experiencia me enseñó a ser yo sin reservas, a entregar una parte íntima de mí a través de mi arte. Porque cuando das algo con el corazón, desde la autenticidad, las personas lo reciben con honor y gratitud. Aprendí muchísimo y confirmé, una vez más, el valor de ser fiel a mi originalidad.

El empoderamiento es un eje fuerte en tu trabajo. ¿Recuerdas algún instante específico en tu vida donde sentiste que por fin tomabas tu lugar como mujer, como artista, como creadora?
Claro, muchas veces. Recuerdo días en los que me cuestionaba todo: mi emprendimiento, mi estilo de arte, mis sesiones de fotos… Incluso hoy, en ciertos momentos, todavía me pregunto si lo que hago se considera un trabajo “formal”. Es una sensación que viene y va, propia de quienes trabajamos desde lo creativo y lo emocional. Sin embargo, mi mente se tranquiliza cuando alguien —ya sea una persona o una empresa— cree en mi talento y decide invertir en él. Cuando ocurre un intercambio económico por mi trabajo, siento una validación que va más allá del reconocimiento: es una confirmación silenciosa pero poderosa de que lo que hago tiene valor. Es entonces cuando me reafirmo como mujer, artista y emprendedora.
¿Cómo dialogan dentro de ti tus raíces mexicanas y tu vida actual en Estados Unidos? ¿Hay algo de lo que te aferres con especial fuerza cuando piensas en tu infancia o tu tierra?
Mis raíces y valores mexicanos son el ancla que me conecta con lo más auténtico de mi esencia. Mi arte no tendría el mismo significado sin ellos. Es gracias a mi educación, a mis tradiciones y a la historia que llevo de mi familia que puedo crear con sentido. Eso es lo que me forja, lo que me sostiene, y siempre será así. He tenido la fortuna de crecer entre dos culturas: México y Estados Unidos. Ambas me han marcado profundamente. México representa mi corazón, mi pasión, mi creatividad desbordante. Estados Unidos, por otro lado, me ha brindado estructura, disciplina y una visión más clara del emprendimiento. Cada país me ha dado herramientas únicas, y las abrazo como un sentimiento dual que habita en mí: una mezcla constante entre emoción e intención.

La tecnología está transformando el arte rápidamente. ¿Te emociona, te inquieta, o ambas? ¿Cómo imaginas que será tu arte dentro de diez años?
Para nada me inquieta. Al contrario, siento que la pintura hecha a mano siempre tendrá un lugar irremplazable. Hay algo profundamente único en la experiencia de crear con las manos, de trazar una emoción sobre papel o lienzo. Esa conexión directa entre el artista y la obra es algo que seguirá siendo valorado, tanto por quienes crean como por quienes contemplan.
Lo que sí me emociona muchísimo es el potencial que la tecnología ofrece para complementar y expandir mi trabajo, sobre todo en el área visual. Me encanta explorar la edición, la fotografía, son herramientas poderosas que me permiten contar historias de otra manera. Trato de utilizar la tecnología como aliada, sin perder de vista el placer y la autenticidad que me da el pincel, el papel, el gesto manual. Creo que, aunque el arte evoluciona constantemente, lo esencial nunca cambia: lo que te hace sentir una obra es lo que verdaderamente importa. Y eso, cuando es genuino, siempre será atemporal.

Si pudieras encapsular en una frase lo que deseas que las personas sientan al encontrarse con tu arte, ¿cuál sería?
“Todo es posible.” “Atrévete a soñar.” “Siéntete libre de ser tú”.
Por último, cuéntanos dónde podemos seguir tu carrera. ¿Tienes exposiciones planeadas para un futuro próximo?
Por el momento no tengo planes de exponer, pero si tengo planes de hacer una pasarela en Los Ángeles, aun no tengo la fecha exacta, cuando tenga la fecha exacta la compartiré en mis redes sociales www. maraloveshop.com y mi Instagram @mara.love, aquí pueden seguir mi trabajo.
