El Greco itself
El Greco es sin duda uno de los primeros nombres que vienen a la cabeza cuando se trata de gran arte español, pero también aparece cuando los griegos discuten sobre su patrimonio artístico. Esto hace de la vida y obra de El Greco un asunto complejo, y su lugar en la historia del arte español menos claro. De cualquier manera, cada cierto tiempo reaparece como una figura central, importante e innovadora, y ningún viaje a España estaría completo sin saber algo más de él…
¿Quién fue, pues, la misteriosa figura que esculpía y pintaba por los altares de Toledo?
El greco nació en Creta en 1541 y, aunque pasó poco tiempo allí, su talento se desarrolló mientras estudiaba en la Escuela de Arte Post-Bizantino de Creta. A pesar de que se asocia a El Greco con el arte español, el entrenamiento temprano que recibió en Creta se filtró en toda su obra a lo largo de su vida, y fue consecuente con su origen al firmar sus obras con su nombre real en alfabeto griego, ‘Doménicos Theotokópoulos’. A pesar de sus evidentes lazos con su tierra natal, apenas tenemos datos sobre sus primeros años de vida, y pocas obras de esa época han sobrevivido al paso del tiempo
Se desconocen las razones de su viaje a España en 1577 pero en este país se quedaría toda su vida, en Madrid y luego en Toledo, donde construye los más majestuosos retablos y lienzos.
Pasó muchos años intentando ser pintor de la Corte española, una de las potencias más influyentes en el mundo del arte de la época. Pero su trabajo no era apreciado por el rey Felipe II, y nunca cumplió su sueño de pintar El Escorial, el nuevo palacio-monasterio de la realeza. Aún así, recibió muchos encargos para diseñar, esculpir, construir y pintar los retablos de muchas iglesias importantes en Toledo y sus alrededores, siendo la Iglesia el otro actor más importante en el mundo del arte del siglo XVI. Esto requirió de él el empleo de todas sus habilidades para crear algunas de sus composiciones más increíbles. Mientras muchas de sus obras han terminado en museos por todo el mundo, algunos de sus retablos más impresionantes todavía se pueden admirar hoy en Toledo. Éstos incluyen el famoso Entierro del Conde Orgaz (1586) en la Iglesia de Santo Tomé, en el que se pintó a sí mismo y a su hijo, Jorge Theotocopouli, su mayor fan en el momento.
Estilo e influencias
El Greco era famoso por ser un exquisito pintor, escultor y arquitecto que, aunque dedicó su vida a centrarse en los temas religiosos, era también un gran retratista.
El Greco tuvo una gran influencia del estilo de los maestros italianos Tiziano, Tintoretto y, más tarde, Miguel Ángel. Esto se refleja en su obra temprana en la que los conceptos de espacio y color muestran claramente sus influencias.
Su llegada a España marcó el comienzo de un estilo más personal y encontró su identidad a través de su pasión religiosa, su interés por lo sobrenatural y el empleo de colores oscuros mezclados con fuertes rojos. La percepción de El Greco de la forma humana sigue siendo hoy uno de los elementos más característicos de su obra. La gente es esbelta y alargada, y las proporciones están distorsionadas.
Sus representaciones de edificios tanto en pintura como en escultura muestran una fuerte relación con sus estudios de arquitectura romana.
Hacia el final de su vida, los temas de El Greco se fueron volviendo más atípicos, y se desvió de sus escenas más tradicionales situadas en alguna parte entre el cielo y la tierra para representar escenas completamente mitológicas. La más notable es la oscura y melancólica Laocoonte (1614). Además de llevarnos más allá de la realidad, el cuadro evoca la tierra natal del El Greco, pues representa una escena de un mito griego – la única escena de mitología pagana que pintó en su vida.
Se sabe que disfrutó en vida y dejó fama de «extravagante», tanto por el comportamiento en su vida como en su obra. Tuvo cierto éxito, aunque es probable que gastara más de lo que ingresaba. Aún así, siempre estuvo arropado por la élite intelectual española.
Luchó por la dignificación social de la profesión de pintor, fue criticado también por los teóricos más intransigentes de la contrarreforma que vieron en su pintura demasiadas licencias.
Su arte, repudiado en la Ilustración, fue redescubierto por los románticos que valoraron sus preocupaciones expresionistas, su arte subjetivo y su visión atormentada, libre y opuesta a la imitación servil y mecánica de la realidad.