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Bárbara Allende Gil de Biedma nace en Madrid en 1957, quinta hija del arquitecto Gabriel Allende y de María Victoria Gil de Biedma, una familia formada por cuatro hermanas y dos hermanos.
Su padre, amante del arte era buen pintor como lo era su abuelo Luis, a ambos les encantaba la fotografía. Su infancia transcurre entre Madrid y San Rafael, donde el bosque se clava en su alma para siempre. Su madre Mavi apoyó la creatividad de todos sus hijos organizándoles exposiciones de pintura en el garaje de la casa familiar de San Rafael. Se pasa la mayor parte del tiempo dibujando, pintando y devorando libros de arte de la biblioteca de su padre. En el Museo del Prado encuentra, en los colores y pinceladas de los cuadros de El Greco, la misma emoción que le evocan los colores de la Naturaleza.
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Después de desistir de estudiar Bellas Artes, se integró en el Photocentro de Madrid, una vanguardista escuela de fotografía fundada en 1975 por un grupo de teóricos y artistas de la fotografía, la mayoría procedentes de la revista Nueva Lente. Ese mismo año, el impresor Tito Ferreira, junto con un estudiante de Photocentro, fundó la Editorial Diorama. La primera publicación, Principio, 9 jóvenes fotógrafos españoles (1976) contenía obras de jóvenes y desconocidos fotógrafos españoles, entre ellos, las primeras fotografías de Ouka Leele. A pesar de preferir en sus comienzos el blanco y negro, el color invadió sus obras, regresando a su origen creativo en la pintura. Sus trabajos, donde coloreaba con acuarelas las fotografías, recibieron los calificativos de surrealista y warholiano, pero que trascendían corrientes y discursos.
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Referente internacional del arte contemporáneo español, su primera exposición, Peluquería, tuvo lugar en 1979 en la galería barcelonesa de Albert Guspi. Se trataba de una serie de retratos de amigos que la artista coloreó y aderezó con tocados surrealistas compuestos por pulpos, jeringuillas o limones.
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Con 21 años se traslada a Barcelona. Allí realiza su serie titulada Peluquería (1979), fotografías en blanco y negro y pintadas a mano, quizá la más icónica de toda su carrera. Esta fusión da pie a su universo creativo y su etilo característico y personal. La pintura sobre fotografía podría entenderse como su sello de identidad a lo largo de su carrera.
La Movida
Tras la muerte de Franco surgió la Movida Madrileña, la explosión de libertad creativa que se vivió en Madrid con el comienzo de la democracia. En ese contexto, Ouka Leele conoció a Ceesepe, Alberto García-Alix y El Hortelano. Juntos formaron la Cascorro Factory, un grupo de artistas contraculturales surgido al calor del Rastro.
“Éramos niños perdidos en el país de Nunca Jamás, los raros de nuestras familias, y nos entendíamos. Uno tocaba, otro pintaba, te pinchaban para hacer fotos… Muy creativos, nos creíamos importantes, que hacíamos algo histórico. No estábamos en el arte por ganar dinero. Lo importante era la libertad para hacer lo que queríamos”, aseguraba.
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De La Movida resalta el particular montaje con el que Ouka Leele envolvió a la fuente de la diosa Cibeles (ubicada en el centro de la ciudad), para representar y explicar el mito de Atalanta e Hipómenes, los leones que tiran del carro. Para poder realizarla, se desvió el tráfico en el Paseo de Recoletos y calle Alcalá. La obra resultante Rapelle-toi, Barbara, (fotografía y acuarela, 1987) junto con el Cartel para los Veranos de la Villa (1996) permanecen expuestas al público en el Museo de Arte Contemporáneo de Madrid.
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Convertida en una de las artistas más icónicas de los años 80 y 90, en sus trabajos combinaba fotografía y pintura. Diseñó portadas de discos para Danza Invisible o Bajas pasiones, publicó en fanzines y en las principales revistas de la época, y creó multitud de fotolibros basados en su vida y en su entorno. Bebía del punk, del dadaísmo y del teatro experimental y la performance.
Se autodenominó como creadora de la mística doméstica después de aparecer en una inauguración luciendo un vestido de fuelle de cámara fotográfica creado por ella misma y con un cochinillo muerto en la cabeza.
El Museo Español de Arte Contemporáneo de Madrid le dedicó su primera retrospectiva en 1989 y su obra, que ha dado la vuelta al mundo, descansa en instituciones como el Museo Reina Sofía, la Fundación La Caixa o el Centro Andaluz de Fotografía. En 2005 recibió el Premio Nacional de Fotografía y en 2017 Loewe estampó algunas de sus imágenes sobre bolsos y camisetas de la firma. En 2021, el Festival PHotoEspaña le dedicó una gran retrospectiva, Ouka Leele. Supernova, un exhaustivo recorrido por su extensa obra.
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Bárbara Allende falleció el 24 de mayo de 2022, un mes antes de cumplir 65 años. Como cuenta su hija en un documental, decidió no contarle nada a sus amigos y optó por no recibir tratamiento. Ella ya sabía lo que significaba un cáncer. «Con 20, ella ya pasó por ello. Estuvo a punto de morir, pero lo superó. A partir de ahí, decidió vivir la vida a tope y se reafirmó como artista. Creo que en los últimos días de su vida, que además fue con la pandemia, ella lo que no quería era preocupar a sus amigos, quería morir con dignidad y con su hija, elegir libremente, acorde con lo que había sido toda su vida», cuenta Jesús Jiménez. «Entiendo su decisión perfectamente, ella quería disfrutar, decidió vivir su vida con total libertad, eligiendo hasta el último momento«, concluye Bárbara.