Desde el 2 de julio, podemos disfrutar en el museo Thyssen-Bornemisza de la fantástica exposición de esta fundamental pintora.
Habiendo expuesto en conjunto con algunos de los artistas más famosos de la época, tanto la carrera artística como su vida personal forman parte de la turbulenta pero también interesante época de principio del sigo XX.
Retrato de María del Mar Farrerons, hija de la artista.
Rosario de Velasco Belausteguigoitia nace en Madrid el 20 de mayo de 1904 en una familia conservadora de orígenes vascos, destacó desde muy joven como artista y realizó sus primeros estudios en el taller del pintor Fernando Álvarez de Sotomayor. Quizás también acudió a la Escuela de Bellas Artes de San Fernando, aunque no hay constancia documental.
Con sus primeras obras concurrió en 1924 a la Exposición Nacional de Bellas Artes y más adelante participó en el Salón de Otoño de 1931 y en la exposición que la Sociedad de Artistas Ibéricos, a la que ella pertenecía, organizó en Valencia en 1932.
Su prestigio como pintora fue creciendo gracias a cuadros como Lavanderas o el famoso Adán y Eva, con el que obtuvo en 1932 la segunda medalla de pintura en la Exposición Nacional de Bellas Artes, obra que hoy custodia el Museo Nacional de Arte Reina Sofía. El éxito de esta obra le permitió exponer en distintas ciudades europeas (Berlín, Copenhague, París) junto a Vázquez Díaz, Miró, Dalí, Maruja Mallo y Ángeles Santos, entre otros, y realizar un viaje a Rusia.
Adán y Eva, 1932
Fue también una interesante ilustradora, como se aprecia en los dibujos que acompañan los libros Cuentos para soñar (1928) y La bella del mal amor (1930), de María Teresa León. En Madrid se rodeará de importantes intelectuales y artistas como Delhy Tejero, Concha Espina, Consuelo Berges, Carmen Conde, José Gutiérrez Solana, Alfonso Ponce de León o Matilde Marquina. Rosario de Velasco obtiene en 1932 la segunda medalla de pintura en la Exposición Nacional de Bellas Artes con este lienzo, Adán y Eva, datado en ese año. De igual modo, presentará esta misma pintura en las muestras organizadas por la Sociedad de Artistas Ibéricos en Copenhague y en la galería Flechteim de Berlín, entre diciembre de 1932 y enero de 1933.
La matanza de los inocentes, 1936
Su militancia falangista y entorno familiar la sitúan apoyando a los sublevados desde un primer momento. Hay diferentes versiones sobre un incidente que la haría huir de Madrid. Rosario escuchó desde su casa en Guzmán el Bueno a unas monjas siendo increpadas en la calle. Se asomó al balcón y, para ahuyentar a los agresores, lanzó bombillas a la calle y consiguió que desistieran de su acoso a las religiosas. No está claro si por este episodio o algún otro, o bien por su pertenencia a la Sección Femenina, Rosario al parecer fue denunciada por la portera de su vivienda. Miembros de las FAI (Federación Anarquista Ibérica) acuden a detenerla, pero finalmente no lo hacen, dado que, según cuenta su sobrina Beatriz, su simpatía y facilidad de palabra los convencieron.
Este incidente, además de su militancia, la hacen salir de Madrid. Rosario viaja primero a Valencia, a casa de su hermano Luis, pero, al ser advertida de que también corría peligro allí, viaja a Sant Andreu de Llavaneres (Barcelona), donde aprovecha para terminar unos retratos en casa del matrimonio formado por Gustavo Gili, editor catalán, y su esposa Ana María Torra.
Bodegón de pescados, c 1960
Conoce allí a Javier Farrerons Co (Barcelona, 29 de junio de 1906-Sitges, 22 de mayo de 2000), hijo del también médico Javier Farrerons Reñé, que se había licenciado en junio de 1930 en la Facultad de Medicina de Barcelona. Durante este viaje a Cataluña, Rosario es, según parece, detenida por ser falangista y llevada presa a la Cárcel Modelo de Barcelona, donde se la condena a muerte con celeridad. Javier mueve cielo y tierra y recurre a un médico conocido de esa cárcel, el doctor Sala, para lograr liberar a Rosario escondida en un carro y salvarle la vida. Esta experiencia la relataba Rosario con gran tristeza, ya que su compañera de celda sí fue fusilada.
Tras la guerra civil, instalada de nuevo en Cataluña, reanudará su carrera artística algo alejada del oficialismo franquista, participando en la Exposición Nacional de Pintura y Escultura de 1941 y en la Bienal de Venecia (1942). En 1944 es seleccionada por Eugeni d’Ors para el II Salón de los Once (1944), donde también exponen Gargallo, Benjamín Palencia o Rafael Zabaleta. Sus exposiciones proliferarán por toda España y en algunas ciudades del extranjero. En 1968 es galardonada con el Premio San Jorge y en 1971 la galería Biosca le dedica una muestra individual en Madrid. Fallece en Barcelona en 1991.