
Desde los frescos del Renacimiento hasta los píxeles de las redes sociales, el arte siempre ha sido observado con recelo por quienes detentan el poder. Donde hay libertad creativa, hay posibilidad de disidencia. Y donde hay disidencia, tarde o temprano aparece la censura. Este artículo recorre algunos de los momentos clave en los que la creación artística ha desafiado, eludido o sobrevivido al control político, religioso o económico.
I. Censura sagrada: el arte como instrumento (y víctima) del poder religioso
Durante siglos, el principal poder censor en Occidente fue la Iglesia. El arte cristiano se convirtió en un vehículo de doctrina: imágenes claras, mensajes morales y ausencia de ambigüedades. Pero a medida que algunos artistas buscaron libertad formal o expresiva, chocaron con los límites impuestos.
Uno de los ejemplos más célebres es El Juicio Final de Miguel Ángel (1536–1541), en la Capilla Sixtina. La obra, cargada de desnudos musculosos y gestos teatrales, fue considerada inapropiada por las autoridades eclesiásticas. Tras la muerte del artista, el papa Pío IV encargó al pintor Daniele da Volterra cubrir con taparrabos y paños muchas de las figuras, ganándose el mote de “Il Braghettone” (el calzoncillero).
Pero la censura no solo era estética. El Índice de libros prohibidos, creado por la Inquisición, vetaba obras que promovieran ideas científicas, filosóficas o religiosas contrarias a la ortodoxia. Galileo, Giordano Bruno o Erasmo de Rotterdam fueron víctimas de esta vigilancia sobre la palabra escrita.


II. Totalitarismos del siglo XX: arte bajo sospecha
Con el ascenso de los regímenes totalitarios en el siglo XX, el arte volvió a ser campo de batalla ideológica. Tanto el nazismo como el estalinismo impusieron estilos oficiales y persiguieron cualquier desviación.
En la Alemania de Hitler, se organizó en 1937 una exposición titulada Entartete Kunst (“Arte degenerado”), donde se mostraban obras modernas —expresionistas, abstractas, surrealistas— para ser ridiculizadas públicamente. Entre ellas, piezas de Kandinsky, Grosz, Kirchner o Klee. Paralelamente, se promovía el “arte heroico”: cuerpos arios, escenas agrícolas, estética clásica.
En la URSS de Stalin, el realismo socialista fue impuesto como única forma válida. Los artistas debían exaltar al obrero, al campesino y al Partido. La vanguardia, el simbolismo o la experimentación formal eran vistos como desviaciones burguesas. Figuras como Mayakovski o Shostakovich navegaron entre la propaganda, la censura y el miedo.
En España, la dictadura franquista impuso una censura férrea sobre cine, literatura y artes plásticas. El caso más emblemático es el Guernica de Picasso (1937), una obra creada como denuncia del bombardeo de la ciudad vasca por la aviación nazi. El cuadro no pisó suelo español hasta 1981, años después de la muerte de Franco.


III. Censura blanda: algoritmos, mercado y autocensura
En las democracias actuales, donde en teoría rige la libertad de expresión, la censura no desaparece: muta. Ya no se prohíbe por decreto, sino que se desincentiva, invisibiliza o automatiza.
Un ejemplo revelador es la censura algorítmica en redes sociales. Obras como los desnudos de Egon Schiele han sido eliminadas de Instagram o Facebook por violar sus normas comunitarias. En 2018, una campaña pública en Viena defendía estas imágenes con el eslogan: “Lo siento, tiene que taparse: es arte.”
También se habla de autocensura comercial: artistas que evitan ciertos temas para no ser cancelados, marginados o excluidos del circuito de subvenciones y ferias. La lógica del mercado reemplaza a la del Estado, y la censura se disfraza de decisión libre.
La presión social o la llamada «cultura de la cancelación» también afectan a la creación: lo que se puede decir, representar o imaginar se vuelve objeto de escrutinio, no tanto por el poder político, sino por la sensibilidad colectiva, muchas veces amplificada por las redes.


Conclusión: el arte como memoria y resistencia
A lo largo de la historia, el arte ha sido censurado por religiones, dictaduras, democracias y mercados. Sin embargo, sigue siendo una herramienta de memoria, denuncia y pensamiento libre. Muchas de las obras que hoy admiramos fueron en su momento perseguidas, ocultas o tachadas de ofensivas. Frente a la censura, el arte ha demostrado una capacidad única de resistir con belleza, ironía o dolor. Como dijo George Orwell: “El arte es la mentira que nos permite decir la verdad.” Y mientras haya poder, seguirá habiendo artistas dispuestos a decirla.